Las actividades de expresión corporal requieren un
desarrollo armónico del movimiento en el que deberá manifestarse el ritmo
interno de la persona. El objetivo principal es fomentar el gesto como forma de
expresión, sin que ello signifique negar la expresividad del niño en otras
formas de actividad física.
La
música se relaciona con la danza que son dos disciplinas distintas,
impartidas por profesionales especializados, que tienen objetivos y contenidos
diferenciados. Sin embargo ambas tienen numerosos aspectos en común, de los que
pueden beneficiarse mutuamente.
Autores de reconocido prestigio en la pedagogía musical como Dalcroze y Orff,
no conciben la enseñanza musical si esta no va acompañada de movimiento.
Por su parte, la música proporciona al bailarín o bailarina los elementos que
necesita para apoyarse, expresar y comunicar sentimientos.
Ambas disciplinas poseen elementos comunes que permiten su conexión.
Estos elementos son:
1.
El ritmo.
El ritmo se puede definir como una organización temporal del sonido, que nos
permite predecir como van a ir apareciendo en lo sucesivo.
Los pasos de danza tienen un ritmo interno propio. Este debe interactuar con el
ritmo de la música para poder coordinarse y conseguir una base firme en el
movimiento.
Para los/as
El ritmo tiene dos componentes que son el pulso y el acento.
El pulso es una percusión que se repite periódica y regularmente en una obra
musical.
En danza constituye un latido que permanece siempre y que todo bailarín/a debe
seguir internamente, para evolucionar adecuadamente dentro de su desarrollo
coreográfico. El acento
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